Todo transcurre en una clase normal en el colegio. Mientras un profesor explica, uno de los acosadores que suelen provocar el “bullying”, escupe bolas de papel sobre un chico, el cual, nos insinúa el vídeo que es de los preferidos del maestro. A Martín parece gustarle la chica rubia, la cual se siente atraída por el gamberro de clase, el cual, reitera en su castigo físico hacia nuestro protagonista, para conseguir aun más la atención de la guapa de clase. La chica consciente de la agresión, hace que no ve nada. Esto sucede en los colegios a diario, veíamos acosos, insultos, agresiones y hacíamos la vista gorda, porque, claro, no se puede defender al más débil, sino los machos dominantes te acosarán a tí también. No debes estar del lado del fracasado.

Cuando el profesor se marcha y deja a Martín solo, se va acariciándole el pelo, este contacto, que no tiene en principio nada de negativo, acentúa la diferencia entre la relación del maestro y sus alumnos. Algunos niños al ver esa imagen se pueden preguntar: ¿pero cuándo me ha ni siquiera rozado el maestro a mí?

Ana muestra su unión con Luis al defenderle cuando Martín quería apuntarle en la pizarra sin haber dicho una palabra.

Martín se muestra valiente, creyendo ser respaldado después por su querido maestro, apuntando una cruz por cada vez que hablaba Luis. Su mirada lo demuestra.

Un momento clímax, es cuando, con tanta tensión, Ana dice: Bueno, ¿queréis dejarlo ya? Y a continuación Martín marca una cruz a Ana, mirando enfurecido a Martín, sabiendo que esto, “le jode” y a sí, retarlo aun más.

El ruido de la carpeta cayendo hace que el duelo termine con la entrada del maestro a la clase. Este individuo entra, no mira la pizarra y baja la pantalla de proyección. Sin preguntarle a Martín por el resultado de su labor asignada, conecta la luz que molesta a Martín en sus ojos y a continuación, lo manda a sentarse sin ni siquiera darle las gracias.

Uno debe de entender que las acciones conllevan consecuencias implícitas que afectan a las personas de nuestro alrededor. Este acto cometido por el maestro, seguro a diario, fomenta varias cosas: La diferencia en la relación profesor-alumno, la credibilidad de la palabra del profesor y la efectividad de los castigos por malas conductas.

El día a día nos hace quiénes somos, por ello, cuidemos nuestras acciones.